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Carlos Naucler Vélez

Mi primera novela

En preparación
Novela

Decidido: voy a ser escritor.

Escribiré una historia que será un bombazo sin precedentes, envidia de mis colegas y asombro de mis lectores. Voy a reventar la literatura con mi primera novela. A redimirla, a dignificarla. Tendré reconocimiento y éxito, seré famoso, ganaré millones, caminaré sobre alfombras rojas, beberé champán del zapato de una actriz.

Ahora tengo que decidir la temática. Y el estilo. Tengo que aprender un poco de técnica literaria… bueno, en realidad mucho. Todo. Creo que debería apuntarme a un taller de escritura. Y tampoco sé cómo funciona el mundo editorial. Lo cierto es que no tengo ni idea de nada.

Pero da igual: la sacaré adelante, porque aún me queda mi cerebro. Tendré éxito, sí, y esquivaré la mirada del abismo.

Mi primera novela es mi primera novela. Crearla ha supuesto para mí todo un viaje interior repleto de descubrimientos. Le debo mucho a esta... cosa.

Soy consicente de que no es para todo el mundo; los que queráis algo sereno, sencillo y de buen rollito, es posible que os atragantéis con ella. Por suerte, cada vez sois menos. La gente de bien prefiere las historias malévolas, ácidas, y el humor en consonancia. Y eso es lo que (ellos, no vosotros) encontrarán aquí: cinismo, mala leche, esnobismo, intertextualidad y, de regalo, desvarío lisérgico.

Próximamente en sus librerías y casas de cultura. Entretanto, aquí pongo la introducción.

1

Cierro el libro de golpe. Pero bueno, ¿qué tomadura de pelo es esta?

Lo veía venir desde la tercera página, y he aguantado las cuatrocientas siguientes por puro estupor. Me decía que en algún momento tenía que remontar, que habría algo que pudiera salvarse.

Bien, pues ya lo he encontrado. En cuanto he cerrado el libro he visto una araña correteando por la mesa, y la he aplastado sin miramientos con él. Virtudes, ninguna; pero al menos le he dado utilidad.

Me quedo pensativo. El elegante diseño de la portada… El reclamo bajo el título: «El nuevo superventas mundial del autor de Las polillas del armario» … Lo giro una vez más. En la contraportada, la foto del interfecto, cubierta por el pegote de la araña que le tapa toda la cara menos la sonrisa.

«Una obra maestra que mantiene el suspense hasta el final». J. J. McKennan - Naperville Post

Pues sí, J. J., lo mantiene, aunque quizá no por lo que cabría esperar. ¿Y quién eres tú, a todo esto? Estoy seguro de que si te busco en Google no te encuentro.

«El autor, desde una potente narrativa, desarrolla una tensa y bien hilvanada historia, con complejos personajes, que eleva el clímax hasta el inesperado final. Sin duda, estamos ante el éxito editorial del año». A. DeLucca - Literarian Quarterly

Tú también tienes tu parte de razón, majo. En lo del final inesperado. Por malo. En cuanto a lo demás, esto pierde cualquier comparativa con un catálogo de muebles.

Vuelvo a repasar la nota biográfica:

«Masud Salmerón estudió Biología en la Universidad de Michigan, pero su gran pasión es la egiptología. Actualmente combina la dirección de su gabinete de diseño gráfico con su faceta de escritor de thrillers políticos».

Les ha faltado poner que en sus ratos libres corre la maratón, pilota hidroaviones y pinta frescos renacentistas con el pie. Por delicadeza, supongo, para no acomplejar a Kundera o Žižek.

En fin. Tengo que devolverlo a la biblioteca, que he vuelto a pasarme de la fecha de entrega. Abro el libro por la cuarta página y relleno el margen con un lápiz bien afilado:

ADVERTENCIA: No pierdas más tiempo con esta porquería. Has elegido este libro por la portada y por las estupideces de McKennan y DeLucca, no por recomendación de nadie, esto es imposible de recomendar. En cuanto al final, la asesina es la novia del protagonista, que comete los crímenes sonámbula. Ahora que ya lo sabes, deja esta mierda y lee algo decente, luego no digas que no estabas avisado.

Hala, ya puedo devolverlo. De camino a la biblioteca, no obstante, no dejo de darle vueltas: ¿cómo es posible que algo tan mediocre vaya por la séptima edición, que haya vendido más de cincuenta mil ejemplares solo en este país, y que su autor esté forrado? Coño, si hasta yo mismo podría hacerlo mejor, ¿no? Esta última cuestión lleva unos días abriéndose paso por mi cabeza. Sopeso los pros y los contras y, por más que busco, no encuentro inconvenientes. ¿Por qué no me lo habré planteado antes? Esa sería la gran pregunta, si acaso.

Para cuando devuelvo el libro con mi mejor sonrisa a la bibliotecaria, que no me puede ni ver, ya he tomado la decisión. Mira, para algo sirven los malos libros, además de para aplastar bichos. Puede que no haya sido una pérdida de tiempo, después de todo.


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